Ada, que es muy bailarina, quiere que aprendamos a tocar algunos de los tambores de África. Nosotr@s que nos apuntamos a todo hemos buscado cómo hacerlo virtualmente, así que gracias a esta página hoy hemos estado de "concierto" africano.
viernes
DICCIONARIO PERSONALIZADO DE RUMANO - ESPAÑOL
Una de las cosas que más le gusta a Víctor de su escuela es todo el español que está aprendiendo, como a él le gustan mucho los idiomas nos ha dado una idea fantástica, hacer un glosario de términos, una especie de diccionario con las palabras de su idioma para que sus compañeros también aprendan algo de rumano.
Para hacer este libro virtual estamos usando esta aplicación:
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LA COMIDA DE COLOMBIA
A José le encanta comer, es nuestro cocinillas favorito. La comida en España le gusta mucho, pero hoy quiere enseñarnos cómo se hace un plato de su país.
¡Para chuparse los dedos!
APRENDEMOS LETRAS CHINAS
Cuando Chen llegó a España tuvo que aprender otro alfabeto nuevo, muy diferente al que se usaba en su país. ha sido su cumple y como actividad de aula para celebrarlo hemos aprendido a escribir nuestros nombres con las letras de su alfabeto.
Si vosotr@s queréis saber cómo se dice el vuestro podéis hacerlo entrando en este enlace de Internet:
Aquí tenéis los nuestros
¿CÓMO ES ETIOPÍA?
A través de la Asociación ABAY conocemos un poco de la tierra de Aba.
http://www.abayetiopia.org/mama-me-cuentas-etiopia
Mamá, ¿me cuentas Etiopía?
in Te cuento Etiopía
La niña llegó al regazo de su madre y se acurrucó, como
tantas otras veces, buscando el refugio y el calor que estaba segura de
encontrar. La madre notó el peso del cuerpo de su pequeña que ya apenas
cabía entre sus brazos, y le acarició el pelo. Les gustaba estar así, en
el silencio del salón, sabiéndose unidas por un vínculo inquebrantable,
por un amor sin fronteras.
-Mamá, ¿me cuentas Etiopía?
Abrazó a su hija adivinando sus inquietudes. Sabiendo que sus palabras llenaban un rincón escondido del alma, donde el inconsciente se une al recuerdo. Sonrió y tomó aire lentamente, mientras entornaba los ojos para recordar.
“Etiopía es del color del café. Y huele a café recién hecho en yebenas, con la calma que requiere un elixir, con la misma lentitud que se toma la vida en el lugar donde todo nació. La historia de Etiopía es como la vida de una montaña, mirándola se pueden adivinar sus capas, como sustratos que delatan cada paso lento, cada avance. El café que ocupa los campos y les da color se huele en cada esquina y se saborea con paciencia, con reflexión, con frases sabias y milenarias. Tiene el color de los charcos de barro formados por las lluvias de verano; del adobe que levanta los hogares y da cobijo a su gente.
Etiopía es color rojo, como el mar que baña Eritrea, como sus tristes luchas con esa tierra vecina. Y también color naranja como la tierra seca, como el polvo y la paja que cubren a los pastores de cabras y que se te mete en el cuerpo cuando miras el paisaje desde una ventanilla abierta. Naranja como el olor del pan recién hecho, como el teff recogido en sus campos, como el mesob donde se guarda la injera que acompaña el camino y sustenta sus vidas.
Etiopía es amarillo brillante. Porque está llena de luz. El sol inunda cada rincón con su calidez y brinda a los etíopes energía para levantarse cada día y alegría de vivir. Su alegría se esparce por el aire, por la luz, se te cuela dentro como un espíritu y, sin apenas darte cuenta, empiezas a sonreír y a celebrar la vida de una forma nueva.
Etiopía es verde también, como sus densos oasis salpicados por el paisaje, como sus selvas aún por explorar. Huele a bosques, arbustos, enredaderas. Sabe a pastos frescos, como la fresca sombra de las acacias. Y entre su verdor viven seres inimaginables, animales únicos que se funden con la naturaleza; tan cuidada y respetada desde el principio de los tiempos que apenas ha sufrido cambios.
En el corazón de Etiopía, regio, se alza el lago Tana, de donde brota la magia del Nilo Azul. Porque Etiopía tiene sangre azul. ¿Sabes? En su tierra se esconde un tesoro, bajo el manto, que muy pocos conocen, su secreto mejor guardado: el azul de sus venas es el agua que discurre esperando ver la luz.
En este mismo instante, una niña como tú, con olor a café recién hecho, con los pies cubiertos del polvo naranja del camino, se dirige bajo el sol brillante hacia el pozo del que emana el oro líquido que calma la sed. Lleva en sus manos dos garrafas que le regaló su abuelo. Ahora las garrafas no pesan, cuando regrese a casa sí pesarán. Tiene que apretar fuerte los dedos, y los dientes, para resistir. Pero va contenta, sabe que lleva un tesoro escondido.
Etiopía tiene el azul de su cielo despejado de día y el añil de la noche estrellada donde a veces, si no hay luna, cuando estiras la mano parece que la has perdido en la inmensidad del universo. Si brilla la luna plateada, el añil lo tiñe todo: los campos, las casas de adobe, los caminos de polvo, los árboles… incluso a las personas.”
-¿Y las personas mamá? ¿De qué color son las personas?
La madre mira a su hija del color del café, con las mejillas encendidas por el abrazo. Tiene el naranja de la tierra seca en sus manos y toda la luz del sol en la piel. Su hija que a veces parece añil, como la noche estrellada, y que ya se va durmiendo en su regazo.
“Las personas son del color del lugar que les vio nacer. Y por eso en Etiopía, cuando miras a una persona, ves reflejado el arcoíris.”
La niña miró a su madre, cerró los ojos… Y soñó.
-Mamá, ¿me cuentas Etiopía?
Abrazó a su hija adivinando sus inquietudes. Sabiendo que sus palabras llenaban un rincón escondido del alma, donde el inconsciente se une al recuerdo. Sonrió y tomó aire lentamente, mientras entornaba los ojos para recordar.
“Etiopía es del color del café. Y huele a café recién hecho en yebenas, con la calma que requiere un elixir, con la misma lentitud que se toma la vida en el lugar donde todo nació. La historia de Etiopía es como la vida de una montaña, mirándola se pueden adivinar sus capas, como sustratos que delatan cada paso lento, cada avance. El café que ocupa los campos y les da color se huele en cada esquina y se saborea con paciencia, con reflexión, con frases sabias y milenarias. Tiene el color de los charcos de barro formados por las lluvias de verano; del adobe que levanta los hogares y da cobijo a su gente.
Etiopía es color rojo, como el mar que baña Eritrea, como sus tristes luchas con esa tierra vecina. Y también color naranja como la tierra seca, como el polvo y la paja que cubren a los pastores de cabras y que se te mete en el cuerpo cuando miras el paisaje desde una ventanilla abierta. Naranja como el olor del pan recién hecho, como el teff recogido en sus campos, como el mesob donde se guarda la injera que acompaña el camino y sustenta sus vidas.
Etiopía es amarillo brillante. Porque está llena de luz. El sol inunda cada rincón con su calidez y brinda a los etíopes energía para levantarse cada día y alegría de vivir. Su alegría se esparce por el aire, por la luz, se te cuela dentro como un espíritu y, sin apenas darte cuenta, empiezas a sonreír y a celebrar la vida de una forma nueva.
Etiopía es verde también, como sus densos oasis salpicados por el paisaje, como sus selvas aún por explorar. Huele a bosques, arbustos, enredaderas. Sabe a pastos frescos, como la fresca sombra de las acacias. Y entre su verdor viven seres inimaginables, animales únicos que se funden con la naturaleza; tan cuidada y respetada desde el principio de los tiempos que apenas ha sufrido cambios.
En el corazón de Etiopía, regio, se alza el lago Tana, de donde brota la magia del Nilo Azul. Porque Etiopía tiene sangre azul. ¿Sabes? En su tierra se esconde un tesoro, bajo el manto, que muy pocos conocen, su secreto mejor guardado: el azul de sus venas es el agua que discurre esperando ver la luz.
En este mismo instante, una niña como tú, con olor a café recién hecho, con los pies cubiertos del polvo naranja del camino, se dirige bajo el sol brillante hacia el pozo del que emana el oro líquido que calma la sed. Lleva en sus manos dos garrafas que le regaló su abuelo. Ahora las garrafas no pesan, cuando regrese a casa sí pesarán. Tiene que apretar fuerte los dedos, y los dientes, para resistir. Pero va contenta, sabe que lleva un tesoro escondido.
Etiopía tiene el azul de su cielo despejado de día y el añil de la noche estrellada donde a veces, si no hay luna, cuando estiras la mano parece que la has perdido en la inmensidad del universo. Si brilla la luna plateada, el añil lo tiñe todo: los campos, las casas de adobe, los caminos de polvo, los árboles… incluso a las personas.”
-¿Y las personas mamá? ¿De qué color son las personas?
La madre mira a su hija del color del café, con las mejillas encendidas por el abrazo. Tiene el naranja de la tierra seca en sus manos y toda la luz del sol en la piel. Su hija que a veces parece añil, como la noche estrellada, y que ya se va durmiendo en su regazo.
“Las personas son del color del lugar que les vio nacer. Y por eso en Etiopía, cuando miras a una persona, ves reflejado el arcoíris.”
La niña miró a su madre, cerró los ojos… Y soñó.
http://www.abayetiopia.org/mama-me-cuentas-etiopia
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